Algunas prácticas del Rol del Trabajador Social Deportivo 

El rol del trabajador social en el ámbito deportivo (en adelante, trabajador social deportivo, TSD), junto con la práctica autónoma de esta profesión, ha representado un descubrimiento trascendental en mi trayectoria. Este proceso ha sido posible gracias a la aplicación de las teorías adquiridas durante mi formación universitaria, así como a las valiosas experiencias compartidas por los y las deportistas en su vida cotidiana y dentro de las instituciones deportivas. 

El objetivo principal del TSD es promover un cambio integral en el desarrollo de los y las deportistas, centrándose en el acompañamiento que permita incrementar su bienestar. De este modo, los y las deportistas pueden disfrutar plenamente del proceso y, como se suele decir hoy en día, ofrecer su mejor versión, ya que considero que deportista y persona son una unidad indivisible. Asimismo, es esencial que, desde nuestra profesión, contribuyamos a que las instituciones deportivas se conviertan en espacios que generen bienestar, en lugar de estrés o situaciones que puedan afectar negativamente a la salud mental y el bienestar de los y las deportistas. 

La Ley 24.072, sancionada el 10 de diciembre de 2014, define en su artículo 4 al trabajo social como “la profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social y el fortalecimiento y la liberación de las personas.” Este marco legal subraya la importancia del trabajo social en la transformación social y la creación de entornos que promuevan el bienestar. En este contexto, el TSD se posiciona como una disciplina que no solo aborda el deporte como un espacio transformador y generador de identidad, sino que también contribuye al desarrollo integral del individuo, alineándose con los objetivos fundamentales del trabajo social tal como se definen en la ley. 

Por otro lado, la Ley Nacional de Salud Mental de Argentina (Ley 26.657), establece un marco integral para la atención de la salud mental, en el cual se resalta la importancia de un enfoque multidisciplinario. En este sentido, el TSD adquiere una relevancia particular, ya que los trabajadores sociales en el ámbito deportivo están en una posición única para contribuir al bienestar emocional y mental de los deportistas. Esta ley reconoce explícitamente el rol de los trabajadores sociales en la atención integral de la salud mental, lo que refuerza la legitimidad y necesidad de su intervención en espacios deportivos. A partir de estas instancias, podemos justificar la importancia del TSD no solo como un medio para promover el cambio y el desarrollo social, sino también como una herramienta clave en la promoción de la salud mental y el bienestar integral de los y las deportistas. 

Las reflexiones que compartiré a continuación tienen un comienzo, pero no un cierre definitivo. Son un reflejo de las experiencias que voy acumulando en este proceso. Algunas ideas pueden cambiar con el tiempo y otras pueden surgir. Se trata de un proceso en continuo movimiento, que se adapta y transforma según sea necesario o “cuando indique la jugada.” 

El estigma del especialista 

El y la deportista sufre el estigma del especialista, del que solo sabe de su práctica, sin concebirlo como algo que pueda ir más allá. Este estigma se refuerza por el desprestigio social hacia lo físico. El jugador juega; el deportista compite, y en eso se agota su valor. Su opinión no cuenta porque su saber es un hacer, y se lo ve como un simple vehículo de ideas ajenas. Otros piensan, él y la deportista hacen. 

Años de experiencia, de una práctica que forma cuerpo y mente, son desestimados. Lo que en otras disciplinas se ve como prestigio y enriquecimiento personal, en el deporte anula y reduce. A esto se suma una visión utilitarista en la que solo tiene valor lo que da resultados, descartando lo que no alcanza la cuota. La lesión y la irregularidad son posibilidades que siempre cuelgan sobre la cabeza del y la deportista, quien las sufre en silencio, porque las considera inevitables. Esta presión no solo lo condena a una frustración futura que siente que no puede prevenir, sino que lo afecta incluso cuando no son parte de su presente. Pablo Luguercio, amigo, socio y exjugador profesional, lo vivió en carne propia: reconoce que su mejor momento deportivo fue su peor momento personal. Cuando logró la excelencia en el campo deportivo, descubrió que había sido a costa de sacrificarse como persona. 

El trabajo social Deportivo se concibe a través del diálogo como herramienta y de la acción y la intervención con otro. A partir del encuentro, de la escucha activa, se busca poner voz a los y las deportistas. 

En este marco, la mirada del TSD es la interacción entre dos o más personas a través de la palabra y el lenguaje, donde se busca que el y la deportista pueda encontrar y dar lo mejor de sí, disfrutando al máximo del proceso. 

El objetivo es trabajar con los y las deportistas desde una perspectiva integral, fomentando el autoconocimiento y la capacidad de evaluar las diversas presiones, tanto las generadas por el entorno como las que ellos y ellas mismas se imponen. Se busca que puedan ver su desarrollo deportivo como un proceso continuo, alejándose de la idea limitante de que “el tren pasa una sola vez”.  El deporte ofrece múltiples oportunidades, no una única. Es esencial que comprendan que cada experiencia, ya sea de éxito ( concepto que es interesante detenerse a pensar con cada deportista) o de desafío, es una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. Además, se trata de empoderarlos para que reconozcan que poseen un conocimiento y una sabiduría mucho mayor de lo que a menudo se les hace creer.  

Las Instituciones Deportivas como generadoras de Bienestar 

He observado que, tanto en los clubes de barrio como en las instituciones de alto rendimiento, las organizaciones deportivas se asemejan a lo que describe Michel Foucault: lejos de ser generadoras de bienestar, a menudo enferman. Esto se relaciona con la idea mencionada al inicio, donde, tal vez de forma inconsciente, se deja de lado la concepción de la persona como deportista. Los deportistas son vistos como máquinas, mientras que los clubes se asemejan a fábricas. 

Desde los silencios que hablan hasta las críticas destructivas hacia los y las demás, la falta de confianza y la obsesión por obtener resultados inmediatos contribuyen a la creación de un entorno tóxico. Predomina la creencia de que “si no ganas, no importas”, y rara vez se cuestiona por qué un atleta no está rindiendo al máximo de sus capacidades. No hay un esfuerzo real por comprender la situación ni se ofrece el apoyo necesario; se participa sin una verdadera conexión emocional. En este contexto, la mera presencia física del deportista se valora más que su existencia plena y auténtica. 

Como señala el pedagogo Carlos Skliar, se valora la “presencialidad” en lugar de la “existencialidad”. Sos considerado un buen deportista si llegas temprano, no faltas y te quedas después de hora, sin importar si en esas condiciones realmente rindes al máximo. Lo preocupante de esta situación es que no se pregunta por qué el o la deportista llega tarde, por qué se ausenta o qué está pasando en su vida. Se ignoran las variables que podrían estar influyendo en su rendimiento y bienestar, perdiendo así oportunidades valiosas para intervenir y ofrecer un acompañamiento significativo. En lugar de juzgar desde el prisma de la excelencia, es fundamental abrir un espacio de diálogo que permita entender y apoyar al  y la deportista en su totalidad. 

El Autoconocimiento y la Importancia de los Valores 

Para que se puedan desarrollar procesos de diálogo y acompañamiento efectivos, el Trabajo Social Deportivo se centra en la importancia del autoconocimiento del y la deportista. Este autoconocimiento les permite profundizar en su propia identidad y reconocer su verdadero potencial. Asimismo, es fundamental que comprendan qué valor agregado pueden aportar a ese potencial y que reconozcan sus limitaciones reales, evitando así las expectativas irreales que a menudo son impuestas por el entorno. 

Es esencial que cada deportista conozca sus limitaciones particulares para no generar falsas expectativas. Esto está intrínsecamente relacionado con la subjetividad y la personalidad de cada jugador o jugadora. Cada persona es única e irrepetible, y tiene todo para ofrecer dentro de lo que puede y desea, sin necesidad de compararse con los y las demás. Desde el TSD, no se obliga a los y a las deportistas a realizar acciones que no puedan o no deseen llevar a cabo. El acompañamiento se basa en lo que se tiene y en lo que se puede, respetando la autenticidad y la verdad que reside en cada deportista, no en los acompañantes, en este caso en los trabajadores sociales deportivos. Nuestro objetivo es ayudarlos a descubrir sus propias acciones y objetivos, facilitando su crecimiento personal y deportivo. 

Además del autoconocimiento, se hace énfasis en los valores fundamentales del deporte: respeto, libertad, tolerancia, justicia y amor, los cuales abarcan un amplio espectro pedagógico y educacional. Desde el TSD, trabajamos con objetivos claros que estén atravesados por dichos valores, ya sea dentro de instituciones deportivas, con grupos específicos o con deportistas individuales, respondiendo a necesidades visibles e ineludibles. 

Creemos firmemente que los y las deportistas que son mejores personas, tienen un valor añadido. En muchas ocasiones, he presenciado decisiones de entrenadores que eligen a un jugador sobre otro, aun estando en las mismas condiciones deportivas, debido a su calidad humana. Trabajar en los valores no solo mejora el entorno, sino también al propio deportista, fortaleciendo su desarrollo integral tanto dentro como fuera del campo. 

Generar Confianza y Establecer Vínculos 

El trabajo dentro de un club, basado en mi experiencia en Estudiantes de La Plata principalmente y luego en otras tantas insituciones, requirió inicialmente una buena dosis de creatividad. El ambiente estaba lleno de prejuicios, lo que dificultaba que los jugadores se acercaran a conversar y expresar sus inquietudes. 

El primer paso crucial fue establecer vínculos sólidos con los deportistas, fomentando la aceptación del rol del Trabajo Social Deportivo  y generando la confianza necesaria para que el trabajo pudiera desarrollarse de manera efectiva. Sin confianza, no se crean vínculos, y sin vínculos, el trabajo se vuelve complicado y limitado. Una vez que se logra establecer empatía con los y las deportistas, el proceso comienza a fluir de manera más natural y efectiva. 

Los espacios de trabajo pueden ser muy variados: una oficina, el gimnasio, el campo de entrenamiento, o incluso una charla informal que evoluciona hacia una conversación más profunda. Es fundamental respetar los límites de los espacios que el profesional del TSD puede transitar, reconociendo cuáles son exclusivos para los jugadores y entrenadores. Esta sensibilidad espacial es clave para no invadir, sino más bien para estar disponibles de manera respetuosa y efectiva. 

A menudo, los propios deportistas se inhiben y no se abren debido a prejuicios, considerando que su situación es “normal” y postergando la resolución de problemas que podrían abordarse más tempranamente. Para evitar esta postergación, es vital que la presencia del TSD sea constante en los distintos ambientes del club, lo que permite obtener la información necesaria para realizar intervenciones adecuadas y efectivas. 

Este espacio de intervención, conocido como “territorio”, es esencial para recolectar los materiales necesarios para realizar un diagnóstico y para llevar a cabo la intervención relacionada con dicho diagnóstico. Estar presente en el territorio es indispensable, ya que desde allí se pueden observar comportamientos significativos, como deportistas que permanecen callados o aislados, y el profesional del TSD puede mostrarse accesible y dispuesto a ser consultado. Esta disponibilidad facilita que los deportistas sientan que tienen un apoyo cercano y confiable, lo cual es fundamental para su bienestar integral. 

La Familia y/o Referentes 

Trabajar con las familias de los deportistas es fundamental para su desarrollo integral. Conocer las dinámicas sociales y las situaciones económicas de cada familia es esencial, ya que los familiares son quienes pasan la mayor parte del tiempo con los deportistas. Es crucial entender qué piensan y sienten sobre sus hijos e hijas, qué potencialidades perciben en ellos y ellas y qué aspectos consideran que deberían desarrollarse. 

Desde mi experiencia, es clave colaborar estrechamente con el núcleo familiar o con los referentes que el o la deportista refiera. Las familias y o referentes deben enfocarse en brindar contención emocional y una escucha activa, asegurando que su hijo o hija sepa que puede confiar en ellos y que recibirá un apoyo incondicional. Es importante que las familias comprendan su rol esencial: ser un soporte emocional y no un factor de presión adicional. No deben confundir a sus hijos ofreciendo orientaciones tácticas, técnicas o físicas, ya que para eso los llevan a entrenar en una institución especializada. Si realmente desean ayudar a potenciar sus habilidades, deben escucharlos y entender sus necesidades desde su propia perspectiva, evitando imponer una visión adultocéntrica. Son los y las deportistas quienes mejor conocen sus propias falencias y necesidades. 

Es igualmente importante que los padres trabajen con sus hijos e hijas en el fortalecimiento de la autoestima y el empoderamiento, enseñándoles que, a lo largo de su carrera deportiva, encontrarán entrenadores con diferentes estilos: algunos más exigentes, otros menos, algunos que los potenciarán y otros que podrían limitarlos. Lo esencial es que los y las deportistas se sientan seguros de sí mismos y capaces de manejar estas dinámicas de manera positiva. 

En relación con las instituciones, es crucial que las familias reciban orientación y acompañamiento adecuados. Los padres, madres o referentes tienen un papel claro dentro del club: apoyar sin interferir en asuntos que no les competen directamente. Si tienen inquietudes o desean tratar algún tema, deben hacerlo a través de los canales adecuados, solicitando una entrevista con el coordinador o con el entrenador. Esta colaboración respetuosa y estructurada entre la familia y la institución es fundamental para crear un entorno positivo y de apoyo para los deportistas. 

Finalmente, la colaboración de las familias con la institución no solo fortalece la relación entre ambas partes, sino que también genera un fuerte sentido de pertenencia tanto para los padres como para los deportistas. Esta conexión emocional y de apoyo mutuo es un pilar esencial para el éxito y bienestar de los y las atletas. 

Trabajo Interdisciplinario 

El TSD se enfoca en la formación integral de los y las deportistas, un proceso que no se logra de un día para otro, sino que se desarrolla gradualmente y se enriquece con la retroalimentación continua a medida que el y la deportista progresa. Sabiendo que este proceso, en algunas ocasiones no es lineal. Siempre existen vaivenes en cualquier proceso de aprendizaje.  

Se pone un énfasis particular en el trabajo interdisciplinario dentro del club, colaborando estrechamente con diversas áreas como medicina, nutrición, preparación física, psicología, coaching, etc con el objetivo de proporcionar una visión holística del y la deportista, así como de la institución en su totalidad. Este enfoque integral es esencial para garantizar que cada intervención tenga un impacto duradero y positivo en la vida del atleta. 

Las intervenciones del TSD están diseñadas para ser a largo plazo o mejor dicho, para el tiempo que sea necesario y en colaboración con otros profesionales, lo que exige una visión integral del deportista y su entorno. Aunque el rol del TSD está comenzando a implementarse en algunos clubes, aún queda mucho por desarrollar. Sin embargo, los resultados observados hasta ahora han sido muy alentadores: los deportistas sienten el respaldo de un equipo de trabajo formalizado, lo que les permite rendir al máximo de su potencial y, lo que es igual de importante, disfrutar del proceso. 

Además, las instituciones deportivas empiezan a reconocer la importancia de la intervención del TSD, lo que les lleva a implementar enfoques más amplios, contextuales y, en definitiva, más humanos. Estos enfoques no solo benefician a los y las deportistas, sino a todos los que forman parte de la institución, ya que, al fin y al cabo, el deporte y las instituciones deportivas están conformados y llevados adelante por personas. Potenciar una visión humanista y colaborativa dentro de estos espacios no solo mejora el rendimiento deportivo, sino que también enriquece a todos los involucrados en el proceso. 

Salud mental y deporte 

Como hemos observado, la influencia positiva del deporte tiene un impacto directo en el bienestar mental. La práctica deportiva no solo ayuda a gestionar las presiones, el estrés y las diversas situaciones que surgen en este ámbito, sino que también contribuye de manera significativa a mejorar la salud mental. Un aspecto crucial son los vínculos que se generan dentro del entorno deportivo. En una época marcada por el individualismo y la soledad, el deporte y las instituciones deportivas actúan como salvaguardas frente a estos desafíos emocionales. 

Desde el Trabajo Social Deportivo (TSD), promovemos e intervenimos para que el deporte sea considerado un generador de salud mental. Esto se logra a través de sus características inherentes, tales como la socialización, la disciplina y la superación personal. Además, el deporte ofrece aprendizajes valiosos que pueden aplicarse en la vida cotidiana, fomentando la autoestima, la capacidad de resolución de problemas y el manejo emocional en diferentes situaciones. 

Raúl M. Salas, Lic. en Trabajo Social. Trabajador Social Deportivo. MP 156866

Bibliografía:  

Lugüercio, Pablo y Salas, Raúl (2021). El Método Wake Up: un cambio de paradigma sobre el rol de los y las deportistas. Bs.As. Ediciones Fútbol Contado